“Ah, si pudieras bailar todo lo que acabas de decir,
entonces lo entendería”
Nikos Kazatzakis. Zorba el Griego
¿Cuántas veces
escuchó hablar de las Inteligencias Múltiples? ¿Cuántas escuelas
conoce que las apliquen “realmente” en su Proyecto Educativo y por consiguiente, en la tarea diagnóstica,
en la planificación, en las estrategias de enseñanza, en las actividades que se proponen a los alumnos, en los
recursos y en la evaluación? Probablemente la respuesta de la primera, se diferencie
notablemente de la segunda.
Es que la
afirmación esperanzada, de Howard Gardner, el psicólogo del desarrollo que en
1993 escribía “Espero que en los próximos veinte años se haga el esfuerzo
necesario para crear una educación que tome en serio las inteligencias
múltiples” [1], no parece haberse cumplido al nivel del sistema.
Ciertamente,
han pasado ya más de veinte años, y para
muchos, las inteligencias múltiples siguen siendo una teoría que se puso de
moda y que pasará como otras “modas” que
se han visto nacer y morir. Pero
este modelo sea es una “innovación” que
no se puede para aplicar a medias
y cuando uno quiera. Significa un cambio total; es hacer centro en otro lado,
para dibujar con el compás de nuestra tarea, un círculo diferente.
La teoría de
las Inteligencias Múltiples nos invita justamente a cambiar el concepto de “buen alumno”. Perkins[2]
llama “monolíticas” a las concepciones de la inteligencia humana que se
circunscriben a lo lógico matemático y a
lo lingüístico. Un monolito es difícil de mover por su peso y tamaño. Gardner nos desafía a aligerarlo, descubriendo sus múltiples facetas.
Porque para él, todos somos “inteligentes” pero diversamente.
La
inteligencia ya no responde solamente a la medición de un cociente intelectual
si no que se abre en dimensiones que comprenden la lingüístico, la lógico
matemática, pero también la cinestésica- corporal, la musical, la visual
espacial, la naturalista, la interpersonal y la intrapersonal. El tema es que,
más allá de esta enumeración que todos sabemos (porque está de moda hablar de
la “moda”) sólo dejaremos de ser “monolíticos” cuando diversifiquemos las oportunidades pedagógicas
para cada uno de nuestros alumnos. Esto
significa no sólo ofrecerles puntos de
acceso diferentes en la experiencia de aprendizaje, sino también facilitar la exploración de las inteligencias
menos “abiertas” (Gardner habla de ventanas) para estimular su desarrollo.
Campbell[3] lo resume claramente cuando
relata la experiencia de Paula, una niña
con problemas serios de escritura, que los superó cuando su maestra la
invitó a crear un alfabeto con su cuerpo y que inspira el epígrafe de este
artículo.
Ciertamente es
un reto; implica reconocer y desarrollar nuestras propias habilidades,
reformular nuestra tarea, y aceptar los riesgos. Pero lo importante es
comenzar, animarse y caminar de a poco. Es una oportunidad inigualable para
comprender por fin la importancia de un trabajo en equipo y finalmente es
sentir que estamos “educando para la inteligencia”. Hoy, es lo que debemos
hacer.
[1] Gardner, Howard. Las Inteligencias Múltiples. La teoría
en la práctica. Basic Books. Nueva York. 1993
[2] Perkins, David. La escuela inteligente. Gedisa.
Barcelona. 2003
[3] Campbell Lina y otros. Inteligencias Múltiples. Usos
prácticos para la enseñanza y el aprendizaje. Troquel. Buenos Aires. 2005. Cap
3
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